sábado, 24 de noviembre de 2007

Noche de baile y ...



Anoche tocó salida con los compañeros de baile. Nos dieron un toque al móvil y quedamos en una gasolinera para, de ahí, partir cuatro coches a Fuenlabrada, a la Nave.
La Nave tiene dos grandes salas de fiestas. Una de ellas dedicada a bailes de salón y la otra a bailes latinos como Bachata, Merengue, Salsa, chachachá...
La verdad lo pasamos bien. Allí nos juntamos treinta personas de la misma academia.

Entre baile y copa y copa y baile salimos calentitos de allí. La que más bebió fui yo jajaja claro una botella de medio litro de agua. Ehhhhhh, no penséis que me salio batarata la botella no, como los viernes la entrada es libre, el consumo de bebidas sale algo más carillo: mi compañero pagó 4,50 euros por mi agüita fresca. Eso sí, botella de cristal que ahí si tienen categoría. A pesar de que cada vez que daba un trago parecía que caían diamantes por mi garganta, me sentó muy bien porque perdí muchos líquidos bailando, pero jolines con el agua, aquí si se paga a precio de diamante.

Nos reímos un montón y casi casi el muelle se afloja jajajaja, y de la risa mojo mi braguita jajajaja; pero no, apreté mis muslos y no se vertió ni una sola gotita.
Bailando una rueda cubana fue el no va más. Ya no sabias con quien estabas, quien te tocaba, aquello eran solo manos peludas que te recogían para hacer alguna figura y te soltaban. Hubo un hombre al que una dama de dio un puñetazo en sus huevecillos. Yo no fui jajajaja y que averigüen quien fue. Era un fallón entre tanta gente hacer una rueda cubana y los brazos y manos andaban algo alborotados. Además, habia espectadores y eso pone nerviosa a cualquiera.

Sobre las 3,30 de vuelta en casa. Y aquí solo había un pulpo y estaba bien identificado
:-) Después de una juerga bailona, vino otra juerga de danza amatoria.
Total, seria las 4,30 cuando nos dormimos. Al día siguiente no había prisa para amanecer y cuando despertamos ya habían pasado los carros de la leche. Abrimos los ojillos a las 12 de la mañana. Como estábamos contentillos de la jornada noctumbula, a lo largo del día hicimos el juego de la gallinita ciega y jugamos a los policías.
Estuvimos en internet, compras, comida, cena, más internet y más juquecitos.
Esa noche tranqulitos a reponer fuerzas. El domingo iriamos de nuevo a clase de baile a sudar otro poquito.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Escarmiento a la Avaricia






Alcides tenía dos hijas guapísimas, sus ojos parecían dos luceros regalando luz. Los habían heredado de su madre, quien parecía una muñequita de porcelana de enormes ojos color miel.
Él se apoyaba en ellas cuando la tristeza le embargaba y compartía su fortuna, cuando ésta le sonreía.
A Alcides un día le tocó la lotería y rápido llamó a sus yernos con quien simpatizaba mucho. Los tres juntos compartían una gran afición y eso une mucho: salían los sábados de caza. Sus mujeres, hijas de Alcides, quedaban recogiendo y laborando en la casa del padre. Él no era nada apañado para hacerse la comida ni la limpieza.

Pero ese sábado a Alcides se le veía más animado, más contento que otras veces. El sol brillaba de manera especial y entraba a borbotones por las ventanas.
Cerró todas las ventanas de la casa y echó cortinas. Encendió las luces de todas las habitaciones y de pronto montones de billetes de 100 euros volaban como si fueran pajarillos por la habitación. Él lo tenía todo preparado y conectó los ventiladores con las llaves de las luces, para cuando éstas se encendieran, a la vez los ventiladores se pusieran a girar y con ello, a mover todo el dinero. Yernos e hijas se quedaron locos al ver tantos billetes volando. Era algo impresionante que no les dejaba ver y a penas respirar porque se les ponían por todos sitios de sus cuerpo. Más de uno estuvo tentado en guardarse algún que otro billete.

Después de media hora de ver volar los billetes, tocaba recoger con mucha paciencia. Y allí se pusieron todos manos a la obra. Hicieron paquetes de mil billetes y se quedaron sorprendidos por la cantidad de dinero que le había tocado al suegro en la lotería.
Las hijas se pusieron muy cariñosas con su padre, la una le besaba la frente y la otra tenia sus manos recogidas y acariciándoselas. Alcides, se sentía satisfecho y muy contento al ver cuanto le quería su familia.
Le dio cuatro paquetes a cada hija y él se quedo sin un solo billete.
Allí todo eran carantoñas y papa para acá y suegro para allá.

Pasados dos años habían fundido todo el dinero en viajes y darse buena vida. Se les acoplaron un montón de amigos que, como por arte de magia, olieron el dinero que tenían. Ellos poco acostumbrados a manejar tanto, se dejaron embaucar y derrochaban en comidas, cenas y fiestas por todo lo alto. En saunas y yacuzzi … hasta quedarse sin nada, ni tan siquiera para poder pagar la luz del mes.
Aquí las hermanas y sus maridos iban unidos todos a una como Fuenteovejuna.
El gran regalo que su padre les había dado, pronto lo fundieron todo. No invirtieron ni previnieron para dejar unos ahorrillos. Se quedaron sin nada de nada.

Alcides paseaba por los jardines de la residencia. Él tuvo que dejar su casa, estaba enfermo, muy mayor y se veía muy solo. Mientras sus hijas y yernos, se gastaban el dinero que él les regaló. Fue olvidado por sus hijas y esos yernos que tanto lo adoraban cuando iban de caza. En dos años solo lo vieron en tres ocasiones y casi de casualidad. Él mismo los llamó para decirles que estaba enfermo.
Por su cumpleaños, Alcides recibió la visita de su familia en la residencia.
Por regalo le trajeron unos calzoncillos de media pata y media docena de pañuelos blancos, por cierto, dejaron sin pagar en la mercería esperando que su padre les diera algo de dinero.
Sacó uno de los pañuelos para limpiarse las lágrimas. Los otros regalos los llevo a su armario, un armario que tenía con llave. Al abrir el armario dejó ver dos paquetes de dinero colocados a propósito para que fueran vistos según se abría la puerta. A sus yernos, los ojos se le pusieron como platos y con un brillo de avaricia considerable. Sus hijas no lo vieron estaban en otro ángulo y su visibilidad era tapada por la puerta del baño que estaba abierta.

A partir de entonces, cada día iban a verlo. Incluso le propusieron de llevárselo a casa a cambio de que él entregara la pensión y de vivir todos en su piso. Los yernos perdieron sus pisos por las deudas de tanta golfería y gastos como tuvieron.

Uno de los días que fueron a verlo pensando en que lo convencerían para irse todos a su domicilio. Alcides, ya había fallecido. Una de las cuidadoras les entregó un cofre donde se hallaban sus últimas voluntades. La hija mayor abrió dicho cofre, los ojos de los yernos brillaban llenos de concupiscencia. Sacó un papel en que decía: a mis hijas que tanto me querían y al yo entregarles todo mi amor y mi dinero me abandonaron; a esos yernos que tanto me apreciaban y que tan bien lo pasamos juntos mientras cazábamos, yo no puedo dejarles nada porque nada tengo. El piso lo vendí para poder pagar la residencia. El dinero que vosotros visteis, lo doné para que cuiden de otros como yo.
Sus bocas quedaron abiertas y los puños cerrados, totalmente enrabiados, ambos parecían un gran bloque de hielo. Mientras tanto la habitación se llenó de moscas que acudieron al olor de un cuerpo que comenzaba a corromperse. Los yernos quedaron agarrotados sin poder articular una sola palabra y con sus bocas como profundas cuevas por donde salía un aliento putrefacto. La hiel de sus hígados comenzó a retorcerse y a estrujar sus hígados cebados por la avaricia.
Por sus bocas comenzaron a emanar un liquido amarillo verdoso de sabor amargo, llamado bilis, erupcionó como un volcan de lava verde.
Ellos no contaban con la jugada de su suegro. Él los quería mucho, tanto como ellos a él.

Alguna que otra mosca que campaba a sus anchas por la habitación, se posó en sus bocas, no sin antes, haber desfilado por la comisura de la boca del suegro y haber bebido y pringado sus patitas de un chorrillo de baba que iba a toda carrera a estrellarse en el almohadón.

martes, 20 de noviembre de 2007

A mi burrito le duele la cabeza




A mi burro, a mi burro
le duele la cabeza,
el médico la ha puesto
una corbata negra.

A mi burro, a mi burro
le duele la garganta,
el médico le ha puesto
una corbata blanca.

A mi burro, a mi burro
le duelen las orejas,
el médico le ha puesto
una gorrita negra.

A mi burro, a mi burro,
le duelen las pezuñas,
el médico le ha puesto
emplasto de lechuga.

A mi burro, a mi burro
le duele el corazón
el médico le ha dado
jarabe de limón.

A mi burro, a mi burro
ya no le duele nada
el médico le ha dado
jarabe de manzana.

Canciones infantiles :-)

CAMPESINA CON GORRO DE PAJA




Resaltan aun más los colores que en el anterior, también los brillos. El brillo que tiene a la parte del fondo del cuello, le quita importancia al conjunto de la pintura. Hace como un resplandor llamativo a los ojos de quines contemplan a tan bella dama.
Subtrae importancia a otros detalles de la pintura que son muy naturales. El malva jaspeado que tiene a los lados, suavizaría esa parte reflectante del cuadro.
El verdor le da un toque especial de ambiente a un tranquilo bosque, a una noche iluminada.

Realmente es una campesina muy bella y bien cuidada. El color de sus ojos son como el carbón, profundos, misteriosos, tienen chispa, son muy expresivos y pícaros al mismo tiempo.
Las Calas que tiene en su regazo son igual de hermosas que ella, y se ven erguidas, parecen que hablen de alegría. La pintura es como una dulce melodía a lo natural, a la belleza…

Muy buena Enrichernaez

lunes, 19 de noviembre de 2007



La noche en silencio llora y tirita.
Su sollozo es como el lamento de una cascada.
La luna pide cobijo.
Tiene frío y está sola.
Sola con su blanco anacardo.
Pero tiene frío y está sola.
Las ramas están sin sus abrigos.
El otoño se los arrebató.
Luna y rama se reclaman.
La luna al ver tanta rama desnuda, queda inmovilizada.
Las ramas estiran sus largos y finos dedos,
quieren acariciarla y darla consuelo.
La luna se dejó mimar: entre ellas se fue a acurrucar.
Ya no tiene frío y no se siente sola.
Su luz con compañía se aviva.
Ilumina los caminos de la gente que está perdida.
Suaviza el llanto de los niños.
Hace sonreir a los desamparados.
Y los enamorados se abrazan,
dandose un beso dulce apasionado.