martes, 25 de diciembre de 2007

FIN DE SEMANA NAVIDEÑO

Día 25 ya bien entrada la madrugada, así como las 4 casi amaneciendo, cuando íbamos camino de la cama, aun quedaban rondando algún que otro mozo.
Esta tradición se está perdiendo. Ya no es lo que era antaño que se formaban rondas y más rondas enormes de gente cantando por las calles. Solo los más cantarines aun van con un corcho, un almirez y botella en mano echando la ronda de bar en bar.

Cuando yo tenía 17 años, vi por primera vez mis primeras navidades fuera del internado. Aquello me parecía magnifico. Íbamos de casa en casa. Hacíamos el recorrido de todas las casas de los amigos. Y éramos unos cuantos. Así como 20. Las fiestas eran diferente y se estaba como más unidos. Ahora no hay la alegría de antaño.
En muy pocas casas te ofrecían turrón porque no se probaba. Sólo en las casas de los pudientes. Una vez echada la ronda nos ofrecían unas nueces higos pasos y en algunas casas donde había mantaza del cerdito un chorizo, jamón… dulces que hacían como cortadillos, magdalenas…
Los tiempos cambian y hay que seguir los cambios como vienen.














Día 24, día de cocina. Preparar comidas y más comidas, con lo rico que nos sabría unas patatas con huevos fritos esa noche. El próximo año me niego a cocinar tanto. Romperé la tradición y esa noche la cena será de una morcilla con huevos fritos y patatas frías acompañada de una buena ensalada de berros o de lechuguita y regada con un tinto de la tierra.

Cenamos mis suegros, mi padre y nosotros dos. Estuvimos relajados y entre bocado y bocado la tele nos deleitaba con bailes y música.

Sobre las 0:0 bajamos a la plaza y no había un alma. Los bares estaban cerrados y todo el personal en la misa del Gallo. Sobre las 0:,30, ya se empezó a animar y se veía gente por las calles y los bares comenzaron a llenarse de una nubes grises que a penas dejaba ver la alegría de los ojos.
Unos amigos nos invitaron a su casa y allí con buena música estuvimos hasta las 4 de la mañana.
Jesús y Juli, su mujer, tienen un garaje preparado como si fuera una verdadera discoteca con todos los lujos que pudiera tener la mejor de las discotecas. Allí bailamos y hablamos y nos invitaron a cubatas. Yo como tomé en la cena dos caco-colas, y la cena estaba algo sabrosona, bebí 3 vasos de agua.
A lo largo de la noche allí en la pista había como 6 parejas dispuestas a dejarse las calorías de la suculenta cena…









LA TRILLA. Sábado día 22 me despertó mi compañero sobre las 10 de la mañana. Limpie la casa, preparé comida, puse varias lavadoras...Fui a visitar a unos amigos... Aun me sobraba algo de tiempo. Me puse a soñar con el verano. De pronto me vi inmersa en un campo lleno de paja, dorados granos de trigo adornaban una inmensa parva en el suelo. Y remonté tiempo atrás cuando de pequeña, en el verano, me llevaban a trillar mis abuelos. Mis narices aleteaban al sentir el olor a paja recién cortada y aplastada por el trillo. Algunos granos de trigo, que eran separados por los caballos, desprendían un olor a pan recién hecho. Que tiempos aquellos. Yo era frágil y muy pequeña. Volaba… el viento era mi aliado y él me transportaba a lugares donde todo era belleza, inocencia...
Y he aquí la obra que pinté en él día frío del sábado, mientras que mi compañero y mi padre estaban recolectando las aceitunas.
Una trilla con dos trilladores y un bonito paisaje. Los caballos contentos con su trabajo y dispuestos a sacar cada grano de su dorada espiga.



Viernes sobre las 22,30 llegamos a mi pueblo El Real de San Vicente. Entramos bolsos a casa, colocamos ropa en armarios…Mi padre nos tenía preparada la cena, cenamos, recogí cocina y a ver la tele.
Yo me puse a pintar un cuadro con acuarelas allí mismo, mientras mi compañero veía “El Buen Pastor” jajaja, a mí los espías como que no me gustan mucho. Y he aquí mi obra de arte.
Es invierno, pero para apaciguar un poco el frío, me imaginé en un "CAMPO DE AMAPOLAS", y me puse a soñar que yo era una de esas lindas amapolas. El sol con su quitud, sereno... me regalaba sus rayos dandome calor. Me envolvía en una suave y cálida manta aterciopelada. El viento me susurraba palabras muy bonitas en mi oído, y jugaba con mis trenzas rojizas. Hacía mover las pajitas que andaban de un lado para otro y forjaban un horizonte fastuoso, perfecto...