miércoles, 13 de febrero de 2008

Taller accidentado.

Hoy nos hemos llevado un gran susto en el taller. Si es que somos somos como niñas. Resulta que de vez en cuadro nos comportamos como tal y jugamos al corro de la patata y cantamos canciones de nuestra niñez y la tarde del martes pues iba a tener algo de esto.
Más o menos era jugar al pañuelo. Somos veinte mujeres y la profe nos dio un número a cada una. Pero es lógico que hubiera los mismos números en una fila y en la otra. La cuestión es que teníamos que estar atentas y cuando dijera nuestro numero ir andando ligeras. Esas fueron las nomas del juego.

- No corráis, ir ligeras pero sin correr - nos decía María Lucía.
La primera en llegar a la mesa tenía que coger en lugar del pañuelo una funda de gafas. Jajajaj se ve que los pañuelos estaban con moquitos y claro, no era cuestión de pringarnos jajajaja.
Evidentemente las gafas no estabas dentro, ya que somos muy nerviosas y podrían ser aplastadas por alguna mano inocente :-). Una vez que la funda estuviera en las manos de la más avispada, si le tocábamos, eso le restaba puntos y quedaba fuera del juego.

- El dos -, salió de la dulce boca de María Lucía. Nítido y sólo su voz se escuchó en una clase en silencio poco acostumbrada a él.
Ese era mi número, era mío y de otra compañera que luce 63 hermosos años. ^_^ pues me ganó. Sí, sí digo bien, cogió ella antes la funda. Pero yo seguí tras ella y la toqué quedando fuera del juego.
Pareja de número sin accidentarse.

Después dijo otro número que no recuerdo y salieron dos compañeras corriendo y una de ellas chocó sus pies con la patas de la mesa, y fue a parar al suelo. El golpe fue tremendo, un sonido llegó a lo más profundo de nuestro oído y caló dentro del corazón. Yo me quedé con las manos en la boca y no me moví. Otras compañeras fueron a socorrerla. Quedó en el suelo tendida boca abajo y no se movía. Nadie hizo intentos de darla la vuelta. Ella estaba mareada según decía y ahí quedó como 2 minutos tendida boca abajo en el suelo. Su respiración era rápida, se veía como a la altura del estomago subía la espalda para arriba. Rápido fueron a por hielo y hablaban con ella. Estaba bien tendida, todo lo larga que era pero decía estar bien, sólo mareada y que no la tocaran.

Poco a poco fue moviéndose y dando la vuelta. Se dio un golpe en un hombro, en la rodilla un raspón más el golpe, y el tobillo otro golpe con pequeña herida. Mientras la ponían hielo ella estaba bien y decía que no que no la llevaran al hospital que solo era el golpe y mareo a consecuencia de éste.

Yo la preparé una tila mientra otras compañeras sujetaban la bolsa con el hielo en los golpes. Parece que la inflamación del momentos se le bajó. Esa tarde la mimamos y mientras trabajamos otra compañera la dio un masaje en los golpes que la dejó nueva. Jajajaja vimos como casi se dormía. Pasado el susto se incorporó con nosotras y ya reía y estaba mejor. De momento no tenía dolores pero seguro le vendrían después, el golpe fue monumental.

Nos leyó un cuento María Lucía de un elefante. He buscado en la red y he hallado:

El elefante encadenado

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos,y lo que más me gustaba de ellos eran los animales.Me llamaba especialmente la atención el elefante que,como más tarde supe era también el animal preferido de otros niños.Durante la función,la enorme bestia hacía gala de un tamaño,un peso y una fuerza descomunales...Pero después de la actuación y hasta poco antes de volver al escenario,el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo.Y aunque la madera era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujeta entonces?.
¿Por qué no huye?.
Cuando era niño, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces por el misterio del elefante...Alguno de ellos me explicó que el elefante no huía porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: "Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?".
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con el tiempo, me olvidé del misterio del elefante y la estaca...
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:

"El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño".

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca.Estoy seguro de que, en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse.Y,a pesar de sus esfuerzos,no lo consiguió,porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día y al otro...Hasta que,un día,un día terrible para su historia,el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa, porque,pobre,cree que no puede.

Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza.

Todos somos un poco como el elefante del circo:vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.

Vivimos pensando que "no podemos" hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo lo intentamos y no lo conseguimos.
Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje:No puedo, no puedo y nunca podré.

Hemos crecido llevando este mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.

Cuando, a veces,sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos:"No puedo y nunca podré".

Ésto es lo que te pasa,vives condicionado por el recuerdo de una persona que ya no existe en tí, que no pudo.

Tu única manera de saber si puedes es intentarlo de nuevo poniendo en ello todo tu corazón...¡¡¡Todo tu corazón!!!.

JORGE BUCAY

La profe nos preguntó:

¿Existen cadenas en tu vida?
¿Existen estacas?
¿Existen personas que te amaestre?

Cada una de nosotras puso lo que le sucedía. Mis repuestas fueron estas:
Ehhhh lo tomé por escrito como las demás:

No, no ninguna cadena. Soy libre para ir y venir donde mi economía me permite. Nadie me prohíben si lo que quiero hacer es razonable y coherente. Sí pueden decirme que les parece bien o mal pero no me ponen cadenas que coarten mi libertad. ¡¡¡Ya no!!!

No, ya no hay estacas porque todos podemos llegar a hacer aquello que nos pensábamos que no eramos capaces. El día a día y el tesón, al final nos dan la razón y nuestro ímpetu nos hace conseguir varios logros.

No, creo que el día a día y las vivencias son los mejores maestros. A veces seguimos por voluntad propia a otras personas porque nos gusta lo que hacen y tratamos de imitarles.
Estas fueron mis respuestas por escrito en la clase.

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