viernes, 19 de diciembre de 2008

EL FIN DEL MUNDO (ADMONICIÓN)


Foto cedida por Luz: http://www.arteyfotografia.com.ar/system/fotos.php?msgx=El+comentario+ha+sido+enviado+correctamente.&foto=155127







Dentro de la parroquia había diferentes habitáculos. Estaba distribuida como un gran laberinto. Su interior apestaba a humedad podrida, a vaho, relente helado. A rocío que la tierra iba robando, iba empapando y sacando el jugo de las profundidades del mar.
Techos con moho de donde pendían telas de arañas negras, en donde el bicho se había disecado. Suelos húmedos y encharcados que anegaban y enlodaban las habitaciones de la iglesia. Por momentos se llenó de feligreses, era una especie de hervidero humano enfangado.
Yo buscaba un lugar para acomodarme y acoplar a los míos. Y cuando arreglé un trozo del lugar, una señora con sus 10 hijos me dijo que porque no se lo cambiaba, que así ella tendría más posibilidades de sobrevivir con sus hijos. De su boca desdentada y mal oliente salían palabras como - Admonición, el fin del mundo - decía. Mi corazón se encogió, se estremeció y mi mente se puso en alerta y a divagar.

Pronto asocié que íbamos como borreguitos a morir en el interior de una iglesia endemoniada. Toda apurada me apresuré a mirar que había al otro lado de la puerta del habitáculo. Se divisaba por pequeñas rendijas que apenas entraba un halito de oxigeno envuelto en niebla, la mar. Una inmensa mar alterada, y un cielo negro como el infierno a punto de estallar, y lanzar culebras, leones, perros rabiosos de rabos enormes con enormes colmillos. Bestías nunca vistas antes con hambre y dispuestas a devorar todo lo que se cruzara en su camino. Los colmillos de los bichos, alimañas perversas y malignas de cuatro patas, eran afilados para triturar los huesos y que no quedara nadie con vida.

Me invadió el miedo y me llevé a mi familia de allí, sabía que si nos quedábamos en el lugar, seriamos pasto de las llamas y nada podría salvarnos. Aunque también pensé que nadie nos salvaría de la iglesia maldita y endemoniada. Era un lugar preparado para la muerte.

De pronto el silencio se instaló en la iglesia y algunos niños que aun jugaban tuvieron que ser chistados y regañados por los curas. Toda la jerarquía de la iglesia entraba por el angosto pasillo. En sus manos portaban velas que iluminaban el lugar. La gente metía sus manos en enormes pilas de agua podría. Era el agua vendita que se había podrido porque el lugar estaba endemoniado. Yo también metí mi mano y me santigüe. Intuía que del lugar nade saldría con vida para contarlo. Algo me decía que seriamos pasto de las llamas y la sangre seria nuestro combustible para arder y hacer desaparecer el lugar, y a miles y miles de personas que fueron inducidas al lugar buscando no sé qué.

Yo intenté salir del sitio y que la sentencia demoniaca no se cumpliera. Pero al abrir el portón de la iglesia, una manada de perros rabiosos, leones hambrientos y hienas mal olientes, dejaban a su paso sangre y personas descuartizadas que habían salido antes que yo o que aun no habían entrado en la cienaga de la iglesa. Cerré el portón de nuevo como si pesara como una pluma. Me puse de espaldas a la puerta y al desastre que se estaba barajando en la calle, y el que estaba por venir en poco tiempo allí dentro.

Algo enorme con alas y sombra negra atravesó mi cuerpo poseyéndome. Era el Ángel Lucifer. Fui la elegida para vivir y reinar el montón de cadáveres, y cenizas que en pocos momentos se iban a esparcir por la iglesia y sus alrededores. Lucifer entró en mi cuerpo, y todo mi ser se contorsionaba, se negaba pero a la vez disfrutaba de su sexo, de sus caricias y su olor a cenizas. El olor de su escoria y de los residuos del infierno, me excitaban y gemía de placer.

Un gran trueno ensordeció los oídos de todos menos el mío. Las gentes se echaron mano y taparon sus orejas con una expresión de horror en sus ojos. Al final de una línea vi como a mi padre no le afectó. Y pensé, en su sordera y que está al final le iba a beneficiar e iba a acortar su sufrimiento. Mientras los demás gritaban de dolor, él estaba atontado, pasmado, como lelo. Supe que él no sufriría y ahí me encomendé al diablo para que todo acabara y a nadie le sucediera nada.

Un ruido en el techo me despertó. Pensé que era el momento. Pensé: Por fin el cielo nos traga, el mar nos engulle y las fieras nos despedazan.

Pero alguien corría algo muy pesado en el techo de mi habitación. Mis ojos se abrieron como platos y mi corazón se aceleró. En ese momento me di cuenta que todo era un sueño, y que me habían despertado los obreros que están arreglando mi tejado. Cada día los maldigo por despertarme, pero hoy los he alabado y he deseado lo mejor para ellos.

Ufffffffffffffffffff, que desazón si no me ha dado un infarto durmiendo, ha sido un milagro. Parece que soy la elegida para algo, esperemos sea para bien. Este sueño lo he tenido hoy. No se lo deseo ni a mi peor enemigo.

martes, 16 de diciembre de 2008

Fugacidad



FUGACIDAD

La mañana está bruñida,
pero transcurre rauda, veloz...
Su luz de oro purpura ya se ha desmayado,
y con ello la noche a llegado.
Nuestra vida corre a pasos vertiginosos, agigantados...
Es similar a la alborada y efímera aurora.
¡¡¡Vive, vive lo que puedas, y no derroches ni una mota!!!
¡¡¡Ni una brizna de vida!!!.
No cierres los ojos como hacen las estrellas de día.
¡¡Mira la luz del sol!!
¡¡Mirá sus rayos!!
¡¡Bébetelos...!!
Ellos harán que te ilumines,
igual que alumbra la luna en las noches sombrías.
Bebe, bebe el agua de la laguna,
del riachuelo igual que hacen los nenúfares.
Vive rápido...
Que la vida es tan fugaz como los hados.
Ábrete al mundo,
como se abren las flores al nuevo día, y vive, vive…