El otoño dejó seca las pajas,
el viento las zarandea,
las da con su látigo cristalino.
No deja marcas, no hay huellas de heridas ni llagas
Las agita y grita al oído,
les dice de su inferioridad, de su derrota…
De su poca valía,
de tener su cabeza hueca,
de estar secas, rotas...
El otoño se bebió su juventud,
deponiendo el dorado del final de sus días.
Una pequeña y humilde flor,
se solidariza con las hojarasquitas,
haciendo su fresca y bella aparición.
Pero el viento otoñal sigue zahiriendo.
El aroma de la pequeña flor inunda el lugar.
Mediando en las demás pajitas y flores sin vida,
y asiéndolas su vitalidad, su frescura…
Se puede estar derrotado,
pero siempre queda un halito de aliento,
una palabra amable, cariñosa que nos puede hacer revivir,
y con ello devolvernos la ilusión, la sonrisa...
Igual que siempre sale el sol, también habrá más primaveras
Autora: Isa, yo misma