martes, 10 de agosto de 2010

Araña y Hormiga

Doña hormiga salió de paseo una tarde soleada a eso de las 19 horas. Hizo un buen recorrido recolectando alimentos, y llevando a su agujerito de la casa para tener una buena despensa para el invierno.
Y una vez que terminó la faena que se había designado para ese día, quiso conocer nuevos rumbo.
Se dio largos paseos por la tierra. Escaló al techo y anduvo entre los cuarterones de madera alguna de ellos apolillado.

En uno de los paseo enganchó sus patitas en una tela de araña. Doña araña al sentir tanto jaleo salíó  a ver quien llamaba a su puerta, o qué era lo que sucedia. Y se encontró con tan rico manjar. Rápido la araña saco sus garras y agarró de una pata a la hormiguita. Ésta a toda costa quería soltarse y tiraba con fuerza. Estuvo un buen rato moviéndose y retorciéndose. A penas la quedaban fuerzas. Ya la araña se había hecho con ella y la llevaba a su guarida.
Pero llegó alguien y moviendo una pajita pudo soltar a la hormiguita de las garras de la malvada araña.
La araña se quedó sin su cena, y la hormiga medio mareada pudo tomar un gran soplo de aliento, y volver a su casita con su familia.
La araña era muy engreída y algo avariciosa, pues en su despensa tenía alimentos guardados. Si no miren como asoman por ahí unas patitas blancas de algún otro animalillo que pudo pescar en un descuido atontado de su presa.




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